COACCIÓN

DINAMICA Y DEBATE
«El susto»
Se selecciona un candidato/a (sin que este/a sepa qué va a pasar se le pide que siga la línea dibujada en la pizarra: un alumno/a tiene que seguir una línea estrechísima sin salirse. Cada vez que se vaya equivocando todos/as le gritan a la vez.

«Amansar a tu fiera»
¿Qué puede hacer una persona para calmar su ira? Lluvia de ideas

DEBATE
El objetivo de la dinámica «el susto» es comprobar los efectos de la coacción en la persona coaccionada y cómo esta puede modificar su comportamiento.
Por su parte la dinámica «amansar a tu fiera» tiene por objetivo proponer formas de calmar la ira.

DATOS DE APOYO AL DOCENTE

Coacción: Se produce cuando se obliga o impide a la víctima, mediante alguna forma de presión o chantaje, una actuación determinada. Si es un chantaje emocional, cuesta más identificarlo. Por eso es importante tener claro en la relación que decir “no” a algo no es negociable, es necesario confiar en la intuición, en las sensaciones de desasosiego que producen determinados comportamientos… Es fundamental valorar las propias ideas respecto al amor y la pareja, el papel de la mujer en la misma, a qué se debe o no renunciar por amor, etc.
La ira es esa emoción molesta que tenemos cuando nos enfadamos y nos irritamos. Normalmente nos despierta agresividad y malas intenciones, ganas de atacar. En sí misma no es mala pues muchas veces nos ayuda a defendernos.
De hecho, ningún sentimiento negativo es malo. Es normal que a veces estemos tristes, nerviosos o enfadados. Lo que nos hace daño es que esos
sentimientos duren mucho en el tiempo, sean demasiado intensos o sean desproporcionados. Si me enfado demasiado por cosas que no lo merecen, mis reacciones llegan a ser extremas y de lo quemado que estoy llego a hacer daño a otras personas a o a mí mismo/a, entonces, tengo que revisar mi ira porque puede que esté descontrolada.
¿Qué nos ocurre cuando nos descontrolamos? ¿Qué consecuencias tiene? Lo primero es que se destruyen muchas de mis relaciones personales: la pareja, los hijos, los amigos, los compañeros… Si estamos siempre enfadados, o “a la que salta”, o no se nos puede decir nada ¿quién va a querer relacionarse con nosotros? ¿De qué me sirve que mi hijo se porte bien sólo porque me tiene miedo? ¿Mi pareja me adora o desconfía tanto de mí que hace todo lo que yo digo? ¿Por qué me consideran una persona difícil? ¿Por qué me miran así?. Además, cuando tenemos reacciones airadas o de agresividad verbal (o física) desproporcionada ¿qué conseguimos? Normalmente empeoramos la situación. Ninguna persona exaltada, histérica, agresiva o tensa es capaz de buscar soluciones o tomar decisiones serenas. Lo que suele ocurrir cuando nos controlamos es que nos arrepentimos y sentimos que “nos hemos pasado”.
Nos pone triste insultar a un amigo o a un familiar querido, sentir que algo se nos va de las manos, ver que no somos capaces de dominarnos, comprobar que otra vez nos hemos vuelto a meter en problemas. A veces llegamos a situaciones extremas y podemos herir gravemente a otra persona y estar a punto de matarla. Está claro, hacemos daño a otros pero también nos hacemos daño a nosotros mismos.
La ira puede servir a veces para luchar contra la injusticia, pero rara vez produce un cambio razonable. Líderes respetados como Martin Luther King o Gandhi defendieron sus causas con todas sus fuerzas, pero también fueron muy disciplinados y mantuvieron la cabeza fría. Su actitud dio fruto porque apelaron a la razón y no a la ira. Además la ira fomenta las agresiones. Piensa en la última vez que gritaste, avasallaste, abofeteaste o diste un puñetazo a alguien ¿estabas enfadado y enfurecido? ¿Y cuando alguien te ataca? ¿De qué te entran ganas?
Por último, está comprobado que las personas que se irritan y se enfadan con frecuencia, que llevan mal las frustraciones y que saltan por tonterías tienen más posibilidad de tener problemas cardíacos y de ser hipertensos, entre otros problemas de salud.
Antes de explicar qué hacer para manejar la ira, vamos a comentar algunas ideas equivocadas sobre esto, porque a veces nuestra manera de solucionar las cosas sólo las empeora.
«Falacias sobre la ira»:
Las siguientes ideas son falacias que nos hemos creído durante mucho tiempo.
1. Nuestra ira se reduce si la descargamos de manera abierta.
2. Conviene tomarse un tiempo muerto cuando nos enfademos.
3. La ira nos ayuda a conseguir lo que queremos.
4. Pensar en nuestro pasado nos ayuda a disminuir la ira.
5. Son los demás los que me enfadan.

1. Nuestra ira se reduce si la descargamos de manera abierta.
Expresar la ira de manera abierta, tanto verbal como físicamente, origina más (no menos) ira y violencia. Desfogar la ira suele reforzarla y fortalecerla. Suele tener un efecto multiplicador de la misma. La práctica y el entrenamiento siempre hacen que mejoremos, en lo que sea. Cuanto más practiquemos la expresión de la ira, mejor nos enfadaremos.
2. Conviene tomarse un tiempo muerto cuando nos enfademos. Esto puede ser útil siempre que revisemos por qué nos hemos enfadado y si después del tiempo muerto retomamos la cuestión, la hablamos e intentamos llegar a un acuerdo entre las partes implicadas. Pero si sólo nos tomamos tiempos muertos huyendo de la situación, lo único que vamos a conseguir es aplazar el problema y que los que nos conocen piensen que con nosotros “no se puede hablar”, “que tenemos muy malas reacciones”, “que nos agobiamos con nada”, “que enseguida nos ponemos nerviosos”, “que no sabemos resolver conflictos”. Cuando huyo de una situación ¿qué aprendo de mí mismo?
3. La ira nos ayuda a conseguir lo que queremos. No es falso del todo, pero lo conseguiremos temporalmente y mientras estemos presentes. Cuando ya no estemos delante, se acabó el respeto que nos puedan tener. Que no es respeto, que es miedo, desconfianza, rencor e ira.
4. Pensar en nuestro pasado nos ayuda a disminuir la ira. Si nos centramos en lo malos que fueron nuestros padres o lo mucho que me pegaron de pequeño sólo conseguiré sentir más rencor hacia ellos. No podemos cambiar lo que nos ocurrió cuando éramos niños, ni lo que aprendimos, aunque hacer un análisis de la historia vital puede ser constructivo. Sí está en nuestra mano dejar de comportarnos así y dejar de sufrir por ello. Tenemos una manera exagerada de reaccionar cuando nos enfadamos y probablemente nos cueste más que a otros responder de forma tranquila, pero no es imposible. Seguir obsesionados con el pasado no nos va ayudar.
5. Son los demás los que me enfadan. Si realmente fueran las situaciones las que nos sacaran de quicio todos reaccionaríamos igual ante las mismas conductas. Pensad en un atasco o en un insulto o que alguien se cuela en la fila o en un abuso. ¿A que no todo el mundo reacciona igual? Puede parecer que nuestra rabia surge como simple reacción a una situación, pero entre la situación y mi enfado siempre está mi cabeza. ¿De verdad crees que las cosas te enfadan o te irritan? ¿Crees es el mundo el que tiene la culpa de todo y vosotros no podéis hacer nada al respecto? No nos equivoquemos. Soy yo el que me enfado. Soy yo el que pienso: eso no debería ser así, ese es imbécil, cómo se puede ser tan inútil, a mí nadie me habla así, voy a dejar claras las cosas, etc. Yo pienso y yo siento. No son las situaciones las que me irritan sino lo que yo pienso sobre ellas. ¿De verdad quiero dejar en manos de los demás mis emociones? La ira la creamos nosotros a raíz de un pensamiento absolutista y autoritario. La mayoría de las veces nos enfadamos por nuestras creencias sobre el mundo, sobre lo justo y lo injusto, sobre lo que no debería ser así…
Normalmente sentimos ira cuando pensamos que algo es:
– espantoso,
– horrible, terrible,
– injusto,
– que bajo ningún concepto debería estar ocurriendo,
– que determinadas personas son malvadas.
Pero ¿es realmente mala una persona por hacer algo dañino o que a nosotros no nos gusta?, ¿no hacen las malas personas también cosas buenas?, ¿cómo es posible?, ¿y las buenas personas sólo hacen cosas buenas?, ¿en serio?, ¿y es tan grave o tan horrible que me lleven la contraria?, ¿y realmente no puedo soportar que parezca que he quedado por debajo de otro?, ¿qué pasaría en esa situación? El problema es que dramatizamos, exageramos, condenamos a los demás, somos inflexibles y generalizamos (“mató un perro y le llaman mataperros”). El perfeccionista y el que no se perdona a sí mismo un fallo se deprime. El que no perdona a los demás siente rencor, ira y enfado eterno. ¿Y de qué me sirve odiar para siempre al que me hizo daño? Parte del truco consiste en cambiar nuestra manera de pensar y de decir las cosas. Si cambio el necesito por el me gustaría y acepto que no todo tiene que salir como yo quiero, tendré menos motivos para enfadarme. Si quito de mi vocabulario el terrible, el horrible, el debería o no debería ser así, el de ninguna manera y dejo de poner etiquetas a los demás también me irritaré menos.
Ya se ha dicho que no todo el mundo lo tiene igual de fácil, que algunos tienen la suerte de haber heredado un carácter tranquilo y haber crecido en un entorno sin violencia, pero la responsabilidad de mantener la ira y la
agresividad lo que nos queda de vida es nuestra.
Para cambiar se requiere:
ESTAR CONVENCIDO
ESFORZARSE
PRACTICAR
Es imprescindible que seamos conscientes de que la ira se puede controlar. Nadie está obligado a comportarse de forma violenta. Siempre existen alternativas. Además, aunque a nosotros nos parezca que nos enfadamos rápido, que somos explosivos, la ira es un proceso. No pasamos de 0 a 100 directamente, sino que poco a poco la ira va subiendo hasta que llega un momento en que no podemos pararla. Si aprendemos a identificar las señales de baja intensidad saltará una alarma en nosotros que nos dirá: cuidado, me estoy enfadando y puedo ponerme violento. Es el momento de parar.
Las técnicas que vamos a aprender son las siguientes:
1. Buscar características positivas de quien nos enfada. Supongamos que nos enfadamos cada vez que oímos hablar de alguien que nos ha hecho una faena, o cuando le vemos, o cuando escuchamos su voz o cuando pasamos cerca de donde vive. Sólo percibir su presencia nos pone de los nervios, nos hace enfurruñar y pensar en lo asquerosa que es esa persona. Lo que nos está pasando es que estamos pensando de manera excluyente, radical, generalizadora y unilateral que esa persona es, por ejemplo, injusta, traidora, perversa o malvada. Mientras insistamos en pensar todo eso será imposible que dejemos de enfadarnos. La técnica que te proponemos es que te obligues a hacer referencia al comportamiento de esa persona, pero no a ella. Se trata de que describas de manera precisa y concreta aspectos del comportamiento de esa persona que odias. Seguro que encuentras conductas que no son tan abominables. No se trata de que perdones ni olvides si no quieres, sino de que tu sentimiento negativo hacia ella sea menos intenso (y esto se puede conseguir buscando comportamientos de esa persona que no te produzcan rechazo. Tiene que haberlos).
2. Autoinstrucciones y autorrefuerzos. Muchas veces, aunque no nos demos cuenta, nos hablamos a nosotros mismos. Nos damos ánimos (venga, adelante, vamos, un día más, superado), nos decimos cómo tenemos que hacer las cosas (no conduzcas tan deprisa, frena, pasa de él, no corras, no vuelvas a llamarle, no pienses en eso), hasta nos reímos y nos regañamos o nos insultamos (torpe, ¿cómo has podido hacer eso?, ¿otra vez?, eso te pasa por no pensar, ay las prisas). Tenemos una especie de diálogo interno natural con nosotros mismos ¿verdad? Esa habilidad que tenemos la podemos utilizar cuando estemos en situaciones tensas, cuando nos estemos cabreando y cuando sintamos ira. En esos momentos podemos darnos mensajes, órdenes o instrucciones que nos ayuden a no empeorar las cosas y a controlarnos. Estos mensajes (que han de ser claros y muy detallados) se llaman autoinstrucciones (no merece la pena enfadarse por esto, puedo solucionar mis problemas sin recurrir a la violencia). Otro tipo de mensajes son los autorrefuerzos, que no son otra cosa que una especie de palmadita a la espalda de enhorabuena que nos damos a nosotros mismos cuando hacemos algo bien, estamos orgullosos de nosotros mismos o nos gustamos especialmente.
3. Tiempo fuera. Se ha visto que la escalada de la ira tiene que ver con el comportamiento del otro, pero también con la propia interpretación irracional y obsesiva del que arremete. Por ello para el control de la ira y de la violencia es fundamental que ante los primeros indicios (me sudan las manos, tenso la mandíbula, me tiembla la voz, tengo pensamientos calientes muy seguidos) de activación abandonemos la situación durante al menos una hora. Durante este tiempo realizaremos control de las emociones (relajación, debate del pensamiento, deporte). Se trata de decirle al otro de forma positiva que ante el riesgo de perder el control nos vamos a ir a dar una vuelta (nunca al bar o a calentarnos más la cabeza con un amigo) para tranquilizarnos y que luego intentaremos solucionar el problema, cuando haya menos riesgo de tener problemas. Debemos insistir una y otra vez en que:
· Nunca debo tomar decisiones en caliente.
· Debemos abandonar inmediatamente la situación cuando nos notemos tensos o al mínimo indicio de la escalada de la ira.
· No debemos dedicar el tiempo fuera para mantener la activación y seguir dándole vueltas a la cabeza.
· No debemos volver jamás a la situación que nos produce ira si no estamos seguros de que no perderemos el control.
· Nunca debemos llegar a casa tensos o cargados del trabajo, aunque no haya habido discusión previa.
· No beber alcohol o tomar drogas para calmarse.
· No atemorizaremos a nadie diciendo que vamos a llegar tarde “porque si no las vamos a armar”.
· Tampoco vamos a culpar al otro “me estás calentando” porque el enfado es sólo mío.
· No voy a responder de manera agresiva cuando me pregunten si ya estoy más tranquilo.
· Debo pedir ayuda si me siento incapaz de manejar la situación.
4. Entrenamiento en parada de pensamiento. Cuando estoy cabreándome a mí mismo y soy incapaz de dejar de pensar en lo mezquino y perverso que es el otro y la faena que me está haciendo y no hago más que calentarme y el debate de mis ideas no me sirve puedo optar por parar de pensar ¿cómo? Simplemente diciéndome ¡basta! Si este método no es muy eficaz puedo optar por distraerme. Consiste en crearme la costumbre de pensar en otra cosa o hacer algo que distraiga la mente cuando los pensamientos automáticos me desbordan. Es importante que cada persona busque su propia clave y que esta sea fácil de aplicar. Puede tratarse de una imagen sugerente, recordar un episodio feliz, realizar una tarea que exija concentración (hacer un sudoku, un crucigrama), practicar ejercicios respiratorios, relajación, recitar un poema, contar hacia atrás, etc. Debemos practicarlos frecuentemente aunque no nos encontremos en situación de ira. Este entrenamiento junto con el de parada de pensamiento ayuda a disminuir el nivel de activación. Reducir el nivel de activación es necesario para afrontar de nuevo la situación si se diera el caso. Pueden utilizarse recordatorios.
En definitiva, nuestro comportamiento violento solo nos puede traer problemas, aunque a corto plazo nos sintamos poderosos y consigamos nuestros objetivos. Algunos inconvenientes de la ira son:
– Si soy agresivo y furioso viviré obsesionado con las represalias, las venganzas y el miedo que me tengan los demás.
– La ira, también la justa indignación, puede llevarnos a abusar de los más débiles.
– Genera violencia, incluso política y religiosa, que brota del odio.
– Fomenta desprecio a los demás. Y el desprecio a los demás nace muchas veces del desprecio a nosotros mismos: no estamos orgullosos de nosotros mismos y necesitamos criticar y machacar al otro para sentirnos más decentes en comparación. Mejorar nuestra autoestima y sentirnos más seguros nos ayudará a ser menos iracundos.
– Estar enfadados no nos moviliza a la acción, al contrario, nos bloquea y nos ciega. Nos impide planificar.
– No respetamos los derechos de los demás.
– No ayudamos a los demás a cambiar. Solo se comportarán de otra manera ante nosotros porque nos tienen miedo.

MATERIAL PARA EL ALUMNADO
REFLEXIÓN SOBRE EL CONTENIDO DEL VIDEO
1. ¿Qué opinas sobre lo que acabas de ver?
2. ¿Te sientes identificado/a con algún aspecto?
3. ¿Qué problemas detectas?
a. en el chico
b. en la chica
c. en la relación de pareja
«Falacias sobre la ira»:
1. Nuestra ira se reduce si la descargamos de manera abierta.
2. Conviene tomarse un tiempo muerto cuando nos enfademos.
3. La ira nos ayuda a conseguir lo que queremos.
4. Pensar en nuestro pasado nos ayuda a disminuir la ira.
5. Son los demás los que me enfadan.

«Amansar a tu fiera»
¿Qué puede hacer una persona para calmar su ira? Lluvia de ideas:
1. Buscar características positivas de quien nos enfada.
2. Autoinstrucciones y autorrefuerzos.
3. Tiempo fuera.
4. Entrenamiento en parada de pensamiento.
Para cambiar se requiere:
ESTAR CONVENCIDO
ESFORZARSE
PRACTICAR