Agresividad, rabietas y trastorno disocial en niños
Conducta disruptiva
Las conductas disruptivas en la infancia suelen ser motivo de consulta y de asistencia psicológica y neurológica y de preocupación. También pueden denominarse problemas conductuales o del comportamiento perturbador.
La presencia de una conducta disruptiva supone una interrupción o desajuste en el desarrollo normal del niño, afectándole en diferentes áreas de su vida, para tener un comportamiento adecuado, para establecer relaciones sociales saludables, etc.
Podemos considerar parte del conjunto de conductas disruptivas aquellas conductas inapropiadas de los niños que dificultan el ritmo normal de su vida, en clase o en casa (no coopera, falta de educación, desobediencia, provocación, agresividad, etc.) y afectan a su aprendizaje.
Normalmente se producen en niños que quieren llamar la atención por falta de cariño y afecto o por una pobre educación, con carencias socioafectivas, o falta de normas, niños impulsivos, etc. Ponen a prueba al adulto y les coloca en el centro de atención de sus compañeros.
Una conducta disruptiva se caracteriza por:
- Mala educación
- Descaro
- Falta de cooperación
- Desobediencia
- Provocación
- Impulsividad
- Agresividad
- Estrategias verbales y no verbales afectadas
- Dificulta el aprendizaje y las relaciones interpersonales
- Estrés en los demás
- Alumnos que quieren llamar la atención
No todos los malos comportamientos suponen una conducta disruptiva.
Hay niños que manifiestan conductas hostiles en determinadas ocasiones y condiciones, y otros que aunque no tienen problemas comportamentales pueden mostrarse desafiantes ante la autoridad.
Hay otros que mostrando comportamientos inadecuados, no presentan dificultades, forman parte del conjunto normativo.
Problemas de agresividad
Hablar de agresividad es referirnos al hecho de provocar daño a una persona, animal u objeto. Una conducta agresiva es intencionada y el daño que provoca puede ser tanto físico como psicológico.
En el caso de los niños suele presentarse de forma directa como acto violento (empujones, puñetazos,…) o de forma verbal (insultos, palabrotas), aunque también puede dirigirse hacia objetos de la persona a la que se le quiere causar el daño, o agresividad contenida en la que se producen gestos, expresiones o gritos.
Los ataques de agresividad durante la infancia son frecuentes, pero algunos niños mantienen su conducta agresiva y son incapaces de controlar el temperamento.
El comportamiento agresivo puede estar ocasionado por una respuesta a la frustración o por un aprendizaje social por imitación u observación de modelos agresivos.
Trastorno disocial
Este trastorno está directamente relacionado con el incumplimiento de las normas establecidas socialmente para el desarrollo de una adecuada convivencia.
El trastorno disocial hace referencia a los comportamientos constantes (no de manera aislada) que se caracteriza por la violación de los derechos básicos del resto o de las normas sociales.
Es frecuente encontrarse con alumnos con este tipo de problemas en las aulas.
¿Qué conductas pueden indicar Trastorno Disocial?
Agresión a personas y/o animales
- Fanfarronea, amenaza o intimida a otros
- Suele iniciar peleas
- Muestra crueldad física contra personas o animales
- Ha robado enfrenándose a la victima
Destrucción de la propiedad
- Provocación intencionada de incendios con el fin de causar daños graves
- Destrucción intencionada de propiedades de otros
Fraudulencia o robo
- Ha forzado la casa o el vehículo de otros
- Miente para obtener favores o bienes o para evitar responsabilidades
- Ha robado objetos valiosos sin enfrentarse a la victima
Violaciones graves de las normas
- Permanece fuera de casa por la noche desobedeciendo a sus padres (antes de los 13 años)
- Se ha escapado de casa por la noche al menos dos veces (casa de los padres o un hogar sustitutivo) o una vez sin regresar por un tiempo prolongado
- Falta a clase con frecuencia
Produce un deterioro en la relación familiar, aumentándose el grado de control sobre el niño en especial en Educación Secundaria que se asevera. Los principales indicadores de la conducta antisocial son la impulsividad, el robo y el vandalismo, la resistencia y oposición a la autoridad, huidas de casa.
Rabietas
Las rabietas se producen a partir de los 2 años, cuando se empieza a desarrollar su autonomía y no les gusta que sus padres les ordenen qué hacer y no les dejen hacer lo que ellos quieren.
Se vuelven impacientes y no quieren esperar para conseguir aquello que quieren, y cuando esto no puede ser resuelto responden mediante una rabieta.
Suelen producirse cuando el niño está jugando o haciendo algo con lo que disfruta y sus padres le dicen que haga otra cosa, o cuando se oponen ante una petición del niño, o ante otras situaciones que producen un sentimiento de frustración del niño ante no poder satisfacer sus deseos.
Al no tener habilidades para afrontar estas situaciones desagradables para ellos y al no poder expresarse de otra manera se irritan y se frustran.
Al no saber gestionar sus sentimientos el niño muestra su enfado de la única manera que sabe, a través de una pataleta.
También pueden emplear las rabietas para llamar la atención o manipular, lo cual se trataría de una rabieta voluntaria, o por cansancio o tienen hambre, lo que produciría una rabieta involuntaria.
¿Qué hacer con las conductas agresivas de los hijos?
En ocasiones observamos que nuestros hijos nos dan malas contestaciones cuando se le da una orden o cuando no le permite algo que tenía deseo de hacer. Estos hechos algunas veces son difíciles de manejar cuando el manejo de la frustración no es el adecuado, aumentando en frecuencia y en intensidad.
Algunos niños pueden llegar a golpear objetos, a sus hermanos o familiares e incluso a pegarse a ellos mismos.
Estas conductas pueden llegar a asustarnos y podemos no ser eficaces a las horas de controlarlas o incluso provocar que aumenten provocando otros problemas.
Estas conductas pueden estar provocadas por varias razones: una entrega de refuerzos y castigos que no es adecuada, aprendizaje en su entorno de esas conductas, una falta de control de la ira o los impulsos agresivos, depresión, hiperactividad o el afrontamiento de alguna situación complicada para el niño o la niña (acoso escolar, muerte de un familiar, divorcios y separaciones…)
Dependiendo de la causa de la agresividad se actuará de una manera u otra, pero resulta fundamental en cualquier caso ayudar a los padres a establecer una disciplina adecuada en la que no solamente tratemos de disminuir las conductas que nos parecen negativas, sino potenciar todas las habilidades y el sentimiento de competencia del niño.
Esto hará que se creen nuevas oportunidades de hacer que se sienta reconocido por sus conductas positivas y, a su vez, momentos que permitirán mejorar las relaciones familiares.
A su vez, en cualquier caso se debe dar al hijo pautas de educación emocional y del manejo de emociones, así como de comunicación.
Conocer y gestionar lo que sentimos, así como defender los derechos propios sin dañar los derechos de los demás, es fundamental para establecer relaciones sanas con el resto de personas que están en nuestro entorno.
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