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Lo primero es analizar por qué no quiere. Generalmente los hijos cuando no se quieren asear es para librarse del agua, de una obligación o simplemente llamar la atención.
Establecer unas rutinas ayuda y también que esas rutinas a la hora de asearse sean agradables, pero también que el asearse o lavarse tenga premio, y cuando hablamos de premio no nos referimos a la típica bicicleta de fin de curso, nos referimos a pequeños premios (elogios, prestarle atención…). En
También es conveniente revisar los pensamientos y creencias que tenemos cuando nuestros hijos no quieren bañarse o cepillarse los dientes. No es una catástrofe, aunque tampoco hay que ser permisivos. Por eso es importante llegar a un equilibrio razonable.
También hay que ver cómo esos pensamientos hacen que nos comuniquemos con nuestros hijos para ver si es de manera poco adecuada, y modificarlos y centrarnos en lo positivo favoreciendo la creación del hábito y la conducta deseada.
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